Quien
aún no haya oído hablar de esta historia es que no está muy puesto
en las novedades literarias, pues E.L. James ha conseguido
cautivarnos a muchos y a muchas con la trilogía
erótica Cincuenta sombras, que ha encabezado las
listas de best-sellers en todo el mundo, incluyendo
Reino Unido —lugar de origen de la autora—, y Estados
Unidos, capaz incluso de llegar a desbancar a J.K Rowling, ya
amenazada en su momento por la olvidada Stephenie Meyer.
La
trilogía, que destaca en parte por sus escenas explícitamente
eróticas con elementos de las prácticas sexuales del
sadomasoquismo, narra la historia entre la estudiante Anastasia
Steele y el aclamado empresario Christian Grey cuyo romance atípico
muestra un lado oscuro del sexo.
Lo
interesante es la increíble capacidad de atracción que posee,
envolviéndote en una historia de amor cuyo final nunca queda claro
hasta terminada la última entrega, haciendo que una vez comiences te
resulte imposible parar de leer.
La
idea de E.L. James nació a partir de un fanfiction de
la ya olvidada —al menos por mi parte— Saga Crepúsculo, en
la que se narraban encuentros sexuales entre los protagonistas Edward
y Bella.
He
de decir que no la recomiendo para todo el mundo, puesto que ciertos
aspectos de la historia resultarían difíciles de encajar desde el
punto de vista de un lector cuya madurez sea escasa. No quiero decir
con esto que la edad influya a la hora de leer la trilogía, ya que
yo soy el claro ejemplo de que no importa lo joven que uno sea para
aceptar, entender y ver con objetividad y madurez lo que se nos
cuenta.
En
lo que discrepo es en que se le haya atribuido el nombre de «porno
para mamás». Vale que gran parte de las lectoras sean mujeres
casadas de más de treinta años, pero hay que admitir que también
ha tenido éxito en nosotras las adolescentes.
No
es necesario que continúe elogiando a lo que ya se ha denominado
como único
en su clase.
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